Hay algo que me empecé a decir cuando entraba en crisis de ansiedad.
Me recordaba que «no estoy bien». No desde un lugar de bajón y victimismo
Sino desde un lugar de responsabilidad, bien instalada en el presente y dispuesta a recibir lo que necesito.
Me lo decía llevándome una mano al corazón y la otra al abdomen:
«No estás bien y eso está bien», «Necesitas estar atenta de ti misma porque NO estás bien», «Ve despacio, aunque te sientas bien», «No te confíes porque luego las expectativas se van de nuevo hasta las nubes y la caída es dura»…
En muchas ocasiones me había sucedido que pensaba (o me forzaba a pensar) que ya estaba bien y clara, y luego esa expectativa terminaba siendo dolorosa, como un volver a empezar desde cero.
Esta exigencia de «ya debería estar bien» se convertía en una trampa que me alejaba de atravesar mi propio proceso.
Me dí contra el piso muuuchas veces antes de ganar esta sabiduría para dejar de negar lo que sucedía y sostenerme sin querer salir corriendo de la incomodidad.
Si has tenido crisis de ansiedad o periodos de angustia por el futuro, incertidumbre o abrumación por muchas cosas sucediendo, y parece que el caos te va a tragar enterita quizá puedes entender a que me refiero.
Pero esto no solo sucede en los momentos de crisis emocionales.
También sucede cuando estás construyendo algo que realmente te importa.
Cuando empiezas tu marca personal y te das cuenta de que detrás hay mucho mááás de lo que imaginabas.
Cuando decides lanzar un podcast y de repente te das cuenta de que tu voz suena rarísima (y te cuestionas si siempre ha sido así).
Cuando intentas diseñar tu página web y te das cuenta de que todo eso de “fácil, intuitivo y sin código” es una gran mentira.
Cuando te sientas a crear contenido y de repente el cursor parpadea como si te juzgara por no saber qué escribir.
Es ahí cuando la incomodidad empieza a susurrarte: ¿Y si dejamos esto para después? ¿Y si mejor nos ponemos a organizar los marcadores de Google Chrome?
Jajaja las ganas de escapar de la incomodidad se pueden mostrar de muchas formas.
El miedo al juicio, al fracaso o a no hacerlo perfecto te grita que es mejor postergar, cambiar de idea o evitarlo por completo.
Pero justo ahí, en esa incomodidad, es donde está el crecimiento real.
Cada vez que he intentado huir de lo que siento, la incomodidad crece gigante. Pero cuando me detengo, cuando me permito rendirme a lo que es y trabajar desde aquí, ese enemigo se transforma en una puerta. Y mi tarea es atravesarla.
¿Qué necesito para rendirme a lo que ES y trabajar desde AQUÍ?
Mira, rendirse no es lo que suena. No es tirar la toalla, ni rendición tipo “ya fue, me voy a ver TikTok tres horas seguidas”.
Es dejar de pelear con lo que es, dejar de hacer fuerza en contra y empezar a trabajar desde aquí, desde lo que tengo hoy, así sea un revoltijo de dudas, miedos y ganas de salir corriendo.
Respiras profundo, sostienes tu cuerpo como mejor puedas y le abres la puerta a la incomodidad: «ok, te veo, quédate si quieres, pero yo sigo trabajando», todo cambia.
Yo literalmente me digo (y a veces lo escribo):
«…puedo no estar con la mejor energía y claridad y aún así avanzar. Lento, atenta y observando. Soy una mujer adulta capaz de sostenerse y acompañarse a cumplir sus responsabilidades, soy capaz de presentarme…»
Rendirse significa aceptar que el primer episodio de tu podcast no va a sonar como un documental de Netflix, que tu web no va a ser una obra maestra en dos tardes, o que el primer post que subas no se va a volver viral.
Y esta bien, perfecto, genial.
Si rendirse significa hacerle espacio al miedo, al juicio y al “no sé qué estoy haciendo” sin que eso te frene, pues daleee, hagámosle espacio en la mesa.
Y si rendirse significa que vas a darte el permiso de aprender sobre la marcha, equivocarte sin hacer un drama y soltar la necesidad de que todo sea perfecto… entonces nos rendimos con estilo.
Con café en mano, con paciencia y con la certeza de que la incomodidad no es un enemigo, sino una puerta. Y que del otro lado, una nueva versión de ti está orgullosa y feliz de encontrarte.
Con esta entrada cerramos el tercer ciclo del experimento Contenido Vivo: 100 días de creación.
Este experimento se mueve en ciclos de 10 días y el ciclo 3 de 10 se cumplió el 12/03/25.
Ha sido un periodo de atravesar y quedarme a observar todo lo que me está incomodando de mi propio proceso.
Ha sido un espejo de mis propias mañas para escapar, de esas pequeñas trampas que inconscientemente pongo en el camino para evitar mirar lo que necesito mirar.
Pero cuando soy curiosa, regreso. Y cuando regreso, atravieso. Y cuando atravieso, recibo. Y eso, eso es lo que realmente me hace avanzar.
Porque recuerda: Lo que creas también te esta creando a ti.
Sigamos creando (y dejándonos crear),